Te cuento mi aventura como mestra IB de Design y STEM

 

A mediados de 2019, justo antes del inicio de la pandemia de COVID-19, y con cinco años de experiencia trabajando para el Grupo Intercorp en laboratorios especializados de ingeniería, tomó la decisión de contribuir a la sociedad de una manera más significativa. Durante mi época universitaria, tuve el honor de colaborar con el grupo WIE de IEEE, y fue allí donde me enamoré de su trabajo social. Las iniciativas de las mujeres de WIE, como las conferencias gratuitas para inspirar a más niñas a elegir carreras STEM y su trabajo en la preparación de alimentos para albergues, llenaron mi corazón de profunda satisfacción. Reflexionando sobre estas experiencias, comprendiendo que si realmente quiero contribuir al progreso de mi país, debo enfocarme en apoyar la educación.

 Para lograr este objetivo, me dediqué a investigar sobre los mejores sistemas educativos y el que más me cautivó fue el Bachillerato Internacional. Me impresionó su enfoque en el desarrollo de habilidades fundamentales para alcanzar el éxito en la vida y formar buenas personas. Además, descubrí la metodología STEM, el cual permite a los estudiantes complementar sus habilidades con un contenido tecnológico que agrega valor a sus creaciones, preparándolos mejor para enfrentar los desafíos del futuro.

Postulé a un colegio que ofrece los cuatro programas del IB: PYP, MYP y DP/CP. Gracias a mi formación como Ingeniera Mecatrónica, conseguí el trabajo rápidamente. Sin embargo, al no contar con estudios en educación, el colegio me ofreció una capacitación especializada en el programa MYP del IB. Fue una experiencia increíble, donde tuve la oportunidad de aprender junto a maestros de todo el mundo. Me sentí verdaderamente conectada con la enseñanza, estudié a fondo los manuales y conocí a educadores excepcionales. Decidí que me esforzaría por convertirme en una maestra tan maravillosa como ellos, o incluso mejor (Sinceramente, en mi etapa escolar y universitaria tuve maestras y maestros que me inspiraron profundamente. Siento que debo retribuir ese impacto dando lo mejor de mí al practicar esta noble carrera, ya que es una forma de honrar el legado que ellos dejaron en mi vida.).

Los primeros días fueron un gran reto. Me di cuenta de que todo lo que había aprendido no era fácil de poner en práctica; una cosa es conocer la teoría educativa IB y otra, aplicarla. A pesar de mis sólidas habilidades técnicas como ingeniería, entendí que liderar a ingenieros es muy diferente a guiar a niños o, en este caso, adolescentes. Manejar un grupo de 20 adolescentes presentó un desafío mucho mayor de lo que había anticipado, pero fue una oportunidad invaluable para mi crecimiento profesional.

Sinceramente, fue un gran contraste respecto a mi experiencia de trabajo social en la universidad, donde los niños provenían de familias con escasos recursos económicos y tenían un profundo deseo de aprender sobre tecnología. En cambio, en la educación IB, los estudiantes que acceden a este tipo de enseñanza no enfrentan dificultades económicas, por lo que no siempre sienten la misma necesidad o hambre por aprender el valor añadido que la tecnología puede aportar a sus proyectos. No obstante, siempre existe un pequeño grupo que aprovecha al máximo todo lo que les enseño, e incluso me reta a elevar el nivel del currículo, lo que representa un desafío gratificante.